Meritxell de Soto y <3OR TRESOR en el CCCB: música y comunidad
Meritxell de Soto dibuja una escena electrónica barcelonesa que mira hacia fuera sin dejar de nutrirse de lo local. DJ, performer y artista sonora, es residente en Me siento extraña y en Canino.fm, y desarrolla también un proyecto más introspectivo bajo el nombre djself_care. Entre el riesgo y la comodidad, lo íntimo y lo colectivo, su práctica despliega un imaginario que trasciende la pista de baile para convertirse en un ejercicio de escucha compartida.
Tu música refleja una relación muy íntima con tu entorno y tus raíces culturales. ¿Cómo crees que tu identidad geográfica y cultural sigue moldeando tu sonido hoy?
Pues claro, al final en la música, a medida que crecemos, los sonidos que escuchamos se van almacenando y los vinculamos a ciertas emociones o experiencias. Eso creo que nos pasa a todos, y yo lo he sentido mucho.
Lo que sucede es que también vivimos en un mundo muy globalizado. Hemos recibido influencias de muchos lugares y, en especial, de la música de Estados Unidos. Eso inevitablemente tira hacia ciertas tendencias sonoras.
Pero, al mismo tiempo, siento que en mi caso ha habido un ejercicio más consciente: un acto voluntario de volver a visitar y resignificar los referentes cercanos, los de nuestro propio contexto geográfico, y recuperarlos. Y creo que no soy la única, que es algo que también están haciendo otros artistas de mi generación.
No es tanto algo que venga dado por la globalización, sino más bien una respuesta a ella: un intento de reconectar con lo propio en medio de un mundo saturado de influencias externas.
Tu proyecto @djself_care explora paisajes sonoros más introspectivos. ¿Cómo dialoga este trabajo con tus sets más enérgicos en el club?
Creo que dialogaban porque siempre se necesitan opuestos en la vida, ¿no? Para mí, el ambient ha sido un espacio de salvación frente a la vida tan agitada que implica el club, la nocturnidad y todo lo que eso conlleva. Me ha permitido vivir la música desde un lugar mucho más contemplativo. Y aunque pinchar en clubs y trabajar con música enérgica me fascina, yo soy una persona con una naturaleza muy contemplativa, pausada y reposada. Entonces, creo que era algo natural en mí: un camino que, tarde o temprano, necesitaba explorar.
Meritxell de Soto dibuja una escena electrónica barcelonesa que mira hacia fuera sin dejar de nutrirse de lo local. DJ, performer y artista sonora, es residente en Me siento extraña y en Canino.fm, y desarrolla también un proyecto más introspectivo bajo el nombre djself_care. Entre el riesgo y la comodidad, lo íntimo y lo colectivo, su práctica despliega un imaginario que trasciende la pista de baile para convertirse en un ejercicio de escucha compartida.
Se ha consolidado como una voz clave en la ciudad al pensar la música como espacio común. Con <3OR TRESOR en el CCCB, plantea una manera de celebrar la cultura electrónica lejos de la lógica hiperproductiva de la industria, apostando por la experimentación y el cuidado. Frente a un ecosistema cultural regido por la inmediatez, su propuesta se afirma como un acto de resistencia: volver a imaginar la fiesta como un lugar de libertad compartida.
En esta conversación, hablamos con ella sobre raíces culturales, procesos creativos y los aprendizajes que deja pensar la música desde la vulnerabilidad y la colectividad.
Me han dicho que en Berlín hay espacios muy cómodos y chulos a donde ir a escuchar ambient, necesitamos lugares así en Barcelona…
Total, yo lo pensé igual. De hecho, este verano estuve pinchando en Kwia, en Berlín, que es uno de esos sitios pensados para el ambient: hay sofás, la gente se puede tumbar en el suelo porque todo el espacio está cubierto por una alfombra preciosa. Fue una experiencia increíble. Y lo más fuerte es que tienen programación diaria. O sea, cualquier día puedes decir: “¿Qué hacemos hoy? Vamos a escuchar ambient ocho horas seguidas”.


La filosofía de “cuidar la pista de baile” parece central en el colectivo Me siento extraña. ¿Qué significa para ti esa idea y cómo se traduce en tus sets?
Bueno, soy residente y no fundadora, y a mí me gusta mucho un concepto de Aïda Camprubí, que para mí es una genia absoluta: habla muy bien y consigue expresar lo que muchas veces cuesta poner en palabras. Ella dice que, en vez de hablar de “espacio seguro”, deberíamos hablar de “espacio cómodo”.
Porque, al final, la seguridad es una utopía. Y esto también lo mencionaba Doppelgänger (Marcos), que es parte de Musa, en una entrevista que le hice sobre este mismo tema. El “espacio seguro” es en sí una contradicción, porque la pista de baile ya conlleva riesgo: es un lugar de exposición, de ir a buscar límites, de mostrar tu identidad desde esa vulnerabilidad.
Como personas FLINTA, por mucho que queramos sentirnos seguras, también tenemos el derecho —y aquí vuelvo a citar a Aïda— de buscar el riesgo, de divertirnos y de no estar todo el tiempo pendientes de protegernos. Históricamente, esa idea de “protección” se ha usado de manera castradora hacia mujeres y disidencias: bajo la excusa de cuidarnos, se nos encerraba, se nos limitaba, como una especie de “Rapunzel vibes”, donde “no te pasa nada”, pero a cambio tampoco tienes libertad. Eso no es vivir.
En este sentido, me gusta mucho esta idea porque conecta con lo que siento y con lo que hablamos dentro de nuestro círculo: no existen los espacios 100% seguros, como también señaló, en una entrevista que le hice a Muerte a la Norma, una persona increíble y referente absoluto. Lo que sí podemos generar son espacios cómodos, donde si pasa algo tenemos las herramientas colectivas para enfrentarlo.
Fue algo muy natural, surgió de haber compartido referencias y espacios con la gente que lleva Canino, hasta que de repente mi proyecto encajó en lo que estaban haciendo. Creo que Canino es muy necesario; contar con un proyecto autogestionado así es increíble. Ya parte de su base es generosa, y la música, para mí, es inseparable de esa generosidad.
Además, es verdad que no hay muchas radios en Barcelona con este enfoque. Canino se destaca como una de las emisoras más punteras a nivel curatorial, porque se centra en música de nicho y abre un rango muy amplio de sonidos distintos. Esto aporta una riqueza enorme a la ciudad, y lo hacen desde un lugar no productivista: no buscan mercantilizar la música como la mayoría de las grandes marcas, sino compartir y ofrecer un espacio.
Y eso, claro, es una belleza enorme. Es de esas cosas a las que nos podemos aferrar en los tiempos que corren.
Formas parte de CANINO, ¿correcto? ¿Cómo surge tu participación en este proyecto? Hace poco entrevisté a LANAV y me comentó un poco su historia y la importancia que tiene el proyecto en la cultura musical de Barcelona y me gustaría hacerte la misma pregunta a ti
Te presentas en Festival B 2025, ¿Cómo te preparas para esta fecha?
Estoy muy emocionada con el set; me he preparado algo más luminoso que lo que pincho habitualmente, pero me apetece mucho este camino.


<3OR TRESOR no es solo una fiesta: es un juego y un laboratorio de improvisación. ¿Cómo preparas tu mente y tu cuerpo para un B2B improvisado con otros DJs?
O sea, esto en concreto ha sido más en TRESOR, pasados los dos últimos años. Es una especie de expansión de juego en el sentido de que se plantea como un espacio de experimentación, donde realmente queremos dar libertad a les artistas. Vale, que puedan proponer lo que les apetezca en ese momento, sin sentir que tienen que cubrir nada ni complacer a nadie, simplemente hacer su movida.
En ese sentido, lo planteamos como un “playground”. Todo el tema del back y de improvisar en el momento surgió en la anterior edición, donde acogimos la fiesta que crearon Jokkoo Collective y Abundance hace años. Se basaba en algo así: había unos 20 DJs y se iban emparejando a través de un algoritmo.
Es una propuesta de estos colectivos que llevan años haciéndolo, y que quisimos acoger en el CCCB, y aceptaron. Fue muy bonito. Para esta edición, en cambio, será distinto.
¿Cómo haces la curaduría para un evento como este?
Voy haciendo un balance. Si antes hubo mucha presencia de DJs, en esta edición hubo más presencia de live y de DJ sets combinados, algo que no se había visto antes. También contamos con ISLA6, un colectivo que se encarga sobre todo de la primera parte de la noche. Su ADN está muy presente en la apuesta por el live; tiene mucho sentido a nivel conceptual para esta fiesta en el CCCB.
Viví unos años en Buenos Aires, y una de las cosas que más me gustaba de esa ciudad era que se hacían muchos eventos de música (dj sets, lives) en museos y centros culturales y por eso me emociona mucho lo que están haciendo con TRESOR en el CCCB
Total, al final estoy súper de acuerdo. Es un poco lo que hablábamos antes: si dejamos la música únicamente en manos de instituciones privadas o empresas, acaba estando hiperproductivizada y pierde parte de su esencia. Hay una tendencia a producir pensando solo en vender o generar dinero, y eso es una pena porque la música se concibió desde otro prisma. Si no existen espacios independientes o alternativos, es mucho más difícil permitirse ciertas licencias creativas y explorar sin presiones comerciales.
¿Qué aprendizajes te llevas de toda la experiencia de organizar TRESOR?
Haciendo un balance entre ediciones pasadas y esta, la verdad es que TRESOR está haciendo un camino muy dulce. El público acompaña con mucho cariño: las entradas vuelan y hay un nivel de compromiso enorme. Un aprendizaje importante que saco es que, a veces, menos ediciones pero con mucho cuidado y tiempo es más valioso que hacer muchas rápido. La correlación de tiempo y trabajo permite que la experiencia sea mejor.
El CCCB, como institución, tiene tiempos más pausados, y eso también puede ser una fortaleza. Me ha reconciliado con la idea de que la música y la industria pueden ser muy salvajes, pero que también es posible trabajar con calma y contemplación. En TRESOR puedo permitirme esto gracias a mi naturaleza, y eso me deja aprender formas más sostenibles de trabajar, de comunicarme y de organizar line-ups.
Por supuesto, siempre surgen imprevistos que hay que reconducir o rehacer, pero eso también forma parte de materializar un proyecto. Mi gran aprendizaje es valorar y respetar el tiempo que cada proceso necesita.

