La Casa de las Muñecas: así se consolida una escena trans en el underground de Barcelona
Hace tres años nació uno de los proyectos más interesantes de la escena barcelonesa: La Casa de las Muñecas. Lo que empezó como un espacio íntimo para centrar a las mujeres trans y a los cuerpos disidentes se ha convertido en una escena en sí misma, capaz de llenar la Sala Apolo y de generar comunidad. Pero La Casa de las Muñecas nunca ha sido solo un show. Es un laboratorio creativo, un refugio afectivo y, sobre todo, una forma de estar en el mundo. Allí se prueba, se experimenta, se falla y se celebra: cada performance es también un acto de pertenencia y cuidado mutuo. Ahora, el proyecto da un paso más: inicia su primera gira nacional, llevando su manera de reflejar el underground local de cada ciudad a Málaga, Sevilla, Madrid y, de nuevo, Barcelona. En esta conversación, hablamos con su creadora, Manuela, sobre crecer desde el margen, sostener un legado colectivo y construir un lugar donde existir deje de ser resistencia y empiece a ser celebración.
La Casa de las Muñecas: así se consolida una escena trans en el underground de Barcelona


La Casa de las Muñecas no es solo un colectivo artístico, sino una apuesta política que nace en un momento muy concreto. ¿Qué necesidad específica buscaban cubrir?
Vale, a ver, La Casa de Muñecas la creé hace unos tres años, si no recuerdo mal, y nació de la necesidad de que, fuera donde fuera en el underground, no encontraba espacios en los que el centro fueran las personas trans, o las mujeres trans específicamente.
Sentía que, aunque me moviera en espacios LGBTQ, seguía estando en lugares que estaban prioritariamente dominados por personas cis, e incluso más por hombres que por otra cosa. Y bueno, un día se me ofreció la posibilidad de crear un show en La Casa de la Pradera, que fue donde empezó el proyecto. Y me puse a pensar: “Vale, ¿qué me encantaría hacer si pudiera? ¿Qué cosas quería decir yo cuando era más joven, más pequeña?”.
Y, cuando me imaginaba qué haría si tuviera la oportunidad de hacer lo que quisiera en un local, se me ocurrió eso: La Casa de Muñecas.
Hace tres años nació uno de los proyectos más interesantes de la escena barcelonesa: La Casa de las Muñecas. Lo que empezó como un espacio íntimo para centrar a las mujeres trans y a los cuerpos disidentes se ha convertido en una escena en sí misma, capaz de llenar la Sala Apolo y de generar comunidad.
Pero La Casa de las Muñecas nunca ha sido solo un show. Es un laboratorio creativo, un refugio afectivo y, sobre todo, una forma de estar en el mundo. Allí se prueba, se experimenta, se falla y se celebra: cada performance es también un acto de pertenencia y cuidado mutuo. Ahora, el proyecto da un paso más: inicia su primera gira nacional, llevando su manera de reflejar el underground local de cada ciudad a Málaga, Sevilla, Madrid y, de nuevo, Barcelona.
En esta conversación, hablamos con su creadora, Manuela, sobre crecer desde el margen, sostener un legado colectivo y construir un lugar donde existir deje de ser resistencia y empiece a ser celebración.


Genial, además qué guay arrancar un proyecto así en un bar como La Casa de la Pradera
Claro, es el bar lésbico más longevo de Barcelona, con más de 14 años de historia. Ya me parecía algo icónico. Además, creo que La Casa de Las Muñecas ha podido tener la longevidad de la que disfruta ahora mismo por el hecho de haber trabajado con otras mujeres que apoyaron el proyecto cuando estaba empezando.


El proyecto funciona como espacio seguro para mujeres trans y cuerpos disidentes, pero también como un laboratorio performativo. ¿Cómo combinan la función de espacio seguro con la de plataforma artística?
Creo que un espacio seguro es como una utopía, algo muy difícil de conseguir. Lo que sí podemos hacer es intentar, en la medida de lo posible, garantizar que un espacio se acerque lo más posible a serlo. En La Casa de Muñecas, más que un espacio “seguro”, funciona como un lugar de pertenencia para muchas personas que no tienen ese lugar en ningún otro lado, o en casi ningún otro lado.
Sí que es verdad que tenemos protocolos de actuación para garantizar que sea seguro estar allí y demás. Aunque, de los tres años que llevamos de proyecto, creo que solo hemos tenido que activar ese protocolo una vez, y fue en La Casa de la Pradera el primer año. Así que, en ese aspecto también, creo que el público ayuda mucho, porque es un público que funciona muy bien. Que no genera ese tipo de situaciones. Por ese lado, es un lugar de pertenencia para mujeres y cuerpos disidentes.
Y luego, el laboratorio formativo… esto me encanta. Para mí, La Casa de Muñecas es como una incubadora creativa. Es decir, un sitio en el que tú, como mujer trans, no tengas que pensar tanto en: “Voy a hacer un show que tenga esto y esto, porque así seguro que alguien me lo compra”, sino que sea un sitio donde tú puedas ir a experimentar. Como artista performer, humorista, músico, drag… simplemente hacer lo que te dé la gana sobre un escenario.
Para mí, eso es uno de los ejes de La Casa de Muñecas, y me gusta mucho que sea una institución donde puedes probar cosas sin ponerte presión a ti misma.
Cuando empecé con La Casa de Muñecas, solo hacía performances y lip singing, porque antes había trabajado sola en bares y con otras drag queens. Y gracias a tener un espacio en el que puedes bajar esas presiones, y que simplemente sea un “okey, lo que me hace válida es que estoy aquí, encima del escenario”, me permitió experimentar mucho. Y quería trasladar eso a otras personas, a otras chicas, todas específicamente.


La cultura mainstream suele simplificar o estetizar las identidades trans y queer. ¿Qué mecanismos utiliza La Casa de las Muñecas para desmontar esas representaciones y crear algo que no sea solo visible, sino también político, afectivo y profundo?
Yo creo que la clave en estos aspectos es pasar de intentar hacer lo que tú esperas de una identidad específica, o simplemente darle la vuelta y escuchar. Entonces, pues eso: escuchar al artista que sea.
A mí me gusta que La Casa de Muñecas sea un diálogo. Es lo que hablábamos anteriormente también: ver qué es lo que tú quieres hacer, qué quieres mostrar en el escenario, y ver cómo yo te puedo ayudar desde el espacio, desde la plataforma, y desde las cosas o las experiencias que yo he vivido. Y a partir de ahí, que tú crees algo que hable de ti como persona.
Obviamente, cada uno puede hacer lo que quiera hacer. Si alguien quiere hacer algo que sea, a lo mejor, muy estereotípico, baby, go. Pero es eso: partir de que exista un diálogo desde el booking.
Yo creo que eso es importante. Y también, sobre todo, esto pasa mucho porque a veces me preguntan en plan: “Ay, ¿puedo hacer esto?, ¿puedo hacer lo otro?”. Y esa es la gracia de La Casa de Muñecas: que puedes hacer lo que te dé la gana. Es un poco eso: escuchar, animar y alentar a ir en una dirección que busque representar algo auténtico.


¿De qué manera tu experiencia personal ha moldeado la forma y el contenido de La Casa de las Muñecas? ¿Dónde termina lo íntimo y dónde empieza lo colectivo?
Empieza lo colectivo con los otros artistas que están involucrados en La Casa de las Muñecas. A ver, todo parte de una experiencia personal, como te decía antes, pero sí que creo que las experiencias trans… obviamente cada experiencia es un mundo, un universo, pero sí que a veces hay ciertos nexos comunes en las experiencias.
Yo, inicialmente, cuando empecé La Casa de las Muñecas, fue porque, bueno, en mi vida me había costado mucho encontrar un lugar en el que yo sintiera que pertenecía y que estaba bien ser quien soy. Que estaba bien hacer lo que quisiera hacer sin tener que pensar en “oh, voy a hacer esto que esté bien recibido” o “voy a hacer tal o cual cosa”. Esa era una cosa que yo nunca tuve, digamos.
Entonces, cuando creé La Casa de las Muñecas, quería intentar trasladar esto, o crear un espacio que fuera para mí, y también trasladar ese sentimiento a muchas otras personas. Especialmente a chicas trans, que obviamente es la realidad con la que más simpatizo porque es la que vivo día a día. Y entonces, era eso. El mundo ha cambiado tanto, ¿sabes? Y algo que he visto mucho es que las mujeres trans seguimos estando como un poco aisladas en diferentes sitios, como que no hay un lugar que sea por y para mujeres trans, ya. Y bueno, obviamente, solo soy una chica, entonces puedo crear lo que puedo crear, que es una cosa más pequeña.
Pero poco a poco va creciendo cuando se hace con cariño y constancia. Entonces, quería hacer lo que estuviera en mi mano para empezar a crear estas cosas, porque es eso: las modas pasan, la gente cambia, pero nosotras nos entendemos, ¿sabes lo que te digo? Sea cual sea la moda externa o el panorama político, un espacio como este siempre va a hacer falta.
Entonces, para mí surgía esa necesidad de crear un legado que fuera más grande que yo misma, y que fuera para las mujeres trans en general, y que pudiera ser extrapolado a cualquier ciudad o país del mundo, con una estructura fácil de replicar también.


Cosas que jamás en la vida habría pensado que podría hacer. Si hace cinco o diez años me dices que este proyecto iba a estar en el punto en el que está ahora, no me lo creería, la verdad. Se siente muy real.
Y, a nivel de lo que quiero dejar en este espacio, está muy relacionado con lo que decía antes: cuando creas algo y lo haces con suficiente amor, con suficiente visión, ya no hay forma de hacer que deje de existir. Aunque la persona que lo creó muera o se vaya del lugar donde se originó, eso sigue, porque es mucho más grande que una sola persona. Forma parte de una existencia colectiva.
La huella que quiero dejar en estos espacios es una huella que ojalá nunca se borre. Una que permita que mucha gente entienda que pertenece a un lugar. La Casa de las Muñecas no tiene por qué ser un espacio físico; es una forma de ser, de vivir y de hacer comunidad. Las redes que se tejen allí son eso: una red que va mucho más allá de un show.
Y aquí quiero decir algo que para mí es fundamental: este proyecto no existiría sin comunidad. Durante la época en La Casa de la Pradera, personas como Gala Atehortua me ayudaron a codirigir el proyecto cuando aún estaba formándose; sin su apoyo, su trabajo y su cariño, La Casa de las Muñecas no habría llegado donde está ahora. Y lo mismo con todas las muñecas y las personas aliadas que me han acompañado y me acompañan: este es un proyecto construido colectivamente, sostenido por ellas.
Es algo que agradezco cada día. Para mí, la comunidad que se crea ahí, la gente que se conoce, las chicas que vas viendo encontrarse a sí mismas en ese espacio, cómo te hablan, cómo te reflejas en ellas… ahí está la huella. En ese sentimiento de pertenencia que se queda y que es eterno.
La Casa de las Muñecas ha consolidado una escena propia en espacios como Sala Apolo o La Casa de La Pradera, que son sitios clave del underground en Barcelona. ¿Cómo ha sido irrumpir en estos lugares y qué huella quieren dejar en ellos?


¿Cómo te preparas para esta gira de La Casa de las Muñecas?
A ver, La Casa de las Muñecas funciona como un espejo. Es un espejo que refleja lo que hay en el underground en el que ocurre.
Hasta ahora llevamos tres años reflejando lo que es el underground de Barcelona, pero ahora estamos teniendo el privilegio de ampliar este espectro a otras ciudades. La gracia principal de La Casa de las Muñecas es que refleje cómo es el underground de cada sitio que visita.
Ahora, con el tour, estamos haciendo la primera parte de una gira nacional. Vamos a estar en Málaga, Sevilla, Madrid y, por supuesto, en Barcelona el día 27. Seguimos en Barcelona, solo que ampliamos.
La idea es que cada ciudad tenga su propio reflejo del underground, y las bookings también tendrán que ver con eso, con las personas de cada lugar. Y la otra parte linda es que ampliamos el formato: seguirá siendo híbrido entre shows y club, pero esta vez un poco más grande.
