Javiera Mena: La visión sin límites de un ícono de la música latina
No hay palabras suficientes para describir a Javiera Mena. Es una de las mujeres pioneras de la música latina, un verdadero referente y, para muchos (yo), casi una institución. Desde su primer disco, Esquemas Juveniles (2006), hasta su más reciente trabajo, su discografía está llena de momentos icónicos: Mena, Otra Era, Espejo, Nocturna… hits que han marcado momentos y que siguen resonando en clubes, radios y festivales. Todavía recuerdo la primera vez que escuché “Luz de piedra de luna” en el coche, en mi ciudad natal: un momento que tengo grabado a fuego en mi memoria. Las noches bailando Otra Era con amigos en Buenos Aires.
Javiera Mena: La visión sin límites de un ícono de la música latina


Fotografía: Rodrigo Pérez, Sebastián Freire.
¿Cómo te encuentras ahora mismo, en plena gira por Latinoamérica?
Sí, estoy aquí llegando de Argentina. Llegué ayer en la noche y ahora estoy en Santiago de Chile, mi ciudad natal. Nada, súper contenta con lo que está pasando con los conciertos de Inmersión. La gente se conecta con las canciones nuevas y siento que son canciones que ya están calando en los conciertos. Es muy bonito. Pasar por un séptimo disco siempre es un gran desafío; cada nuevo disco lo es, pero mientras más discos tienes, creo que más desafiante se vuelve. Y siento que con este disco están pasando cosas muy lindas.
Has girado tanto en Latinoamérica como en Europa. ¿Qué diferencias percibes entre ambos públicos y cómo dialogan con tu repertorio?
Sí, son diferentes los públicos, el de Latinoamérica y el de España. Madrid, por ejemplo, es una gran ciudad donde siempre están pasando cosas; entonces, la gente, si bien recibe bien tu música, quizás está más acostumbrada, hay muchos eventos y puede ser un público más contemplativo.
En cambio, acá en Latinoamérica, siento una explosión mucho más grande. Por ejemplo, vas a Arica, una ciudad al norte de Chile donde quizás pasan poquitas cosas, y la gente está muy emocionada. En Latinoamérica estamos más centralizados en las capitales, quizá, entonces la gente es como: “gracias por venir a vernos”. Se nota la diferencia, se siente.
Son dos públicos muy distintos y a los dos los aprecio, pero en Latinoamérica la gente es más explosiva.
No hay palabras suficientes para describir a Javiera Mena. Es una de las mujeres pioneras de la música latina, un verdadero referente, una institución.
Desde su primer disco, Esquemas Juveniles (2006), hasta su más reciente trabajo, Inmersión (2025), su discografía está llena de momentos icónicos: Mena (2010), Otra Era (2014), Espejo (2018), Nocturna (2022)… hits que han marcado generaciones y que siguen resonando. Todavía recuerdo la primera vez que escuché “Luz de piedra de luna” en el coche, en mi ciudad natal: un momento que tengo grabado a fuego en mi memoria. También recuerdo las noches bailando Otra Era con amigos en Buenos Aires.
Su música siempre ha logrado combinar lo íntimo con lo bailable, lo sensible con lo audaz, y lo ha hecho desde una autenticidad que pocos artistas logran mantener a lo largo de tantos años. Cada disco suyo ha sido un reflejo de su tiempo, de sus inquietudes y de su capacidad de reinventarse, manteniendo al mismo tiempo ese sello que la hace inconfundible.
Hoy, hablamos con Javiera por el lanzamiento de su séptimo álbum, Inmersión, un trabajo que revela su lado más vulnerable y profundo, donde su evolución artística y personal se siente en cada acorde. Este disco llega después de más de 15 años de carrera, mostrando su capacidad de experimentar con sonidos nuevos sin perder la esencia que la ha definido desde el inicio.
Icónica, pionera, vanguardista, transgresora, increíblemente talentosa y además una persona cálida y cercana, Javiera Mena continúa redefiniendo la música latina desde su autenticidad y su mirada única. En esta conversación, exploraremos su trayectoria, su nuevo disco, sus colaboraciones más recientes, y cómo sigue conectando con el público mientras gira por Latinoamérica.
Estás alternando shows como DJ y conciertos de formato tradicional. ¿Qué te lleva a elegir uno u otro en cada fecha?
Bueno, son formatos muy diferentes. Uno tiene que ver con tocar mis canciones con banda (o a veces tocar el set sola) y el otro es ser la DJ de una fiesta. Dentro del DJ set también me canto un par de cositas con el micrófono conectado a la CDJ, pero tiene más que ver con hacer bailar desde otro lugar.
En uno hago bailar cantando y creando un momento íntimo; en el DJ set es más sobre la pista. Ahí me dedico principalmente al house, nu-disco y cosas que tienen que ver con mi parte más dance como compositora.
Son dos universos diferentes que, si bien se complementan, van hacia otros lados.


¿Cómo cuidas tu salud mental y tu energía creativa durante una gira tan intensa?
Trato de descansar lo máximo posible, aunque a veces eso signifique sacrificar el turismo. Por ejemplo, cuando estoy en una ciudad nueva, muchas veces prefiero quedarme descansando en el hotel antes que salir a pasear.
Es importante para mí mantenerme activa. Cuidar la alimentación también es fundamental. Intento ser lo más sana posible, porque, después de un concierto te invitan a comer o a una fiesta y no se puede hacer todo; es imposible. Por eso, la alimentación, el descanso y el ejercicio son claves para mantener el cuerpo en forma y alerta.
Sí, como dices, yo hago música dance, pero la fragilidad siempre se mantiene como un elemento dominante, creo que también refleja una hiperconexión conmigo misma. Musicalmente, todo surgió de la necesidad de ir mutando, de no repetirme, y de probar otros sonidos. Estaba escuchando música de los años 60, hecha en estudios con pocas pistas, con pocos elementos, y eso me inspiró.
Dentro de las sesiones de composición con Luichi de la banda Cupido, me di cuenta de que, al tocar la guitarra, no teníamos que transformar demasiado las canciones. Desde la misma sesión se generaba una unión muy íntima entre la voz y la guitarra, y eso me fue guiando sobre lo que quería hacer con la canción.
Fue un proceso que mezcla lo casual con lo buscado, y también me gustó cómo la guitarra podía tomar un rol protagonista dentro del estilo de la canción.
Este disco es descrito como tu trabajo más vulnerable e introspectivo. ¿De qué manera ese giro hacia lo sensible y lo luminoso apareció en tu proceso de composición?
Significa un cambio, también una inversión hacia la ternura y la vulnerabilidad. Ahora, dándome cuenta, en los conciertos, siento que mis canciones de discos anteriores como Otra Era o Nocturna reflejaban a una mujer dominante, que incluso se ponía una especie de máscara, lo cual está muy bien y era necesario.
En este disco, en cambio, siento que me adentro en algo más transparente y vulnerable. Se nota tanto en el estilo de las canciones, en cómo abordan el dolor y lo muestran tal cual es, como en la instrumentación: es mucho más acústica, hay guitarras, y hay canciones que ni siquiera tienen batería.
El título Inmersión sugiere profundidad emocional y transformación. ¿Qué significa para ti sumergirte en este nuevo estado artístico y personal?
Has dicho que este álbum se mueve hacia la balada, el soul, ritmos setenteros o incluso la bossa nova. ¿Por qué sentiste que estos lenguajes eran los adecuados para esta nueva etapa?
Bueno, es una música que siempre me ha gustado y que siempre he escuchado mucho. Creo que refleja la esencia de las baladas que han evolucionado hasta lo que son hoy. Siempre he sido muy fanática de Carole King, de The Carpenters, de Camilo Sesto.
Por eso, de manera intencional, quise hacer un disco un poco más enfocado en la balada, para explorar esos colores que quizás en mis otros discos aparecían de manera más sutil. En este álbum decidí darle un espacio más amplio a la balada, porque me gusta y porque reflejaba también el color musical que estaba escuchando en ese momento.


Inmersión también trae colaboraciones como “Mar de Coral” con Santiago Motorizado. ¿Qué te interesaba explorar junto a él en esa canción tan emocional?
En Mar de Coral quise explorar un diálogo y buscaba una voz profunda, grave, muy diferente a la mía. Entonces empecé a pensar quién podría representar este diálogo transoceánico y pensé en Santi. Obviamente, sabía que a él le gusta mi música.
Le escribí y, al final, me sorprendió mucho porque le gustaba más de lo que creía. Accedió a todo muy fácilmente, y me encanta lo que representa como líder de una banda tan emblemática del indie como El Mató a un Policía Motorizado. La colaboración fluyó muchísimo.
Bueno, es una canción que hace mucho tiempo compusimos con Alex y Emma en una sesión de composición sin tener claro para qué sería. De repente, a Cintia, la novia de Alex, se le ocurrió decir: ‘¿por qué no han sacado esta canción?’ Y nos dimos cuenta de que tenía razón; ella es DJ y vio algo que nosotros no.
Ahí Manuel la agarró, y dijimos: ‘hagámosla, que la haga él y que nos invite’. Me parece que tiene ese lado disco, ese tempo, que yo también habito y que Miranda y Emmanuel también habitan. Cada uno con proyectos diferentes, pero nos une esta conexión con el disco de finales de los 70 y principios de los 80, que es un color musical que todos compartimos.
Además, soy muy fanática desde siempre; admiro mucho el trabajo de Cintia y lo que hace como solista me encanta. Y, obviamente, Manuel también es alguien que respeto mucho; somos muy amigos. Fue una colaboración muy genuina, desde la amistad y desde la música, y estoy muy contenta con el resultado.
Tu colaboración “Santo Domingo” con Emmanuel Horvilleur y Ale Sergi acaba de salir. ¿Cómo surgió esta unión y qué encuentras en su manera de componer que conecte con tu universo?
Bueno, para el video de Volver a Llorar, nos fuimos a un concepto más cinematográfico, como de película. Tomamos como referencia el cine alemán de los años 40 o 50: mucho blanco y negro. De hecho, Mar de Coral también tiene blanco y negro, lo que le da una sensibilidad distinta.
Buscamos transmitir sencillez y solemnidad, con pocos elementos, no diría minimalismo, pero sí la capacidad de generar una emoción profunda con recursos limitados. Me rodeé de buenos artistas: Las Parda y la directora Miche, que ha hecho muchos videos en Argentina. También trabajé con Alejandro Ros para la carátula de Mar de Coral, que representa el mar como una tela. Todo esto buscaba generar inmersión usando pocos elementos.
¿Qué referencias extramusicales (cine, moda, artes visuales) guiaron esta nueva identidad estética más tranquila y sensorial?
¿Te gusta colaborar o prefieres trabajar más en solitario?
Antes mi trabajo era mucho más solitario, y la pandemia me enseñó a valorar más la conexión y la unión entre diferentes mentes.
De hecho, antes componía casi siempre sola, atrapada en mi propio mundo, pero a partir de Nocturna, que fue justo durante la pandemia, empecé a componer con más gente por esa necesidad de trabajar en equipo. Creo que eso también se refleja mucho de cara al público; a la gente le gusta ver a los artistas colaborando.
Me gustan las colaboraciones y creo que son algo muy propio de esta era. Al principio me costaba entenderlo, pensaba: ‘¿por qué tanta colaboración?’ Viniendo de una época en la que no era así, ahora me parece muy natural y me da gusto, sobre todo porque al público también le gusta.
Viviste o vives en Madrid. ¿Qué significó este cambio en tu vida personal y qué transformó creativamente?
Sí, pasé seis años en Madrid. Ahora estoy moviéndome entre diferentes lugares, un poco en modo gitana. Durante mi tiempo allí, viví en varios barrios: Puerta de Toledo, también cerca de Moncloa; en total he tenido tres hogares en Madrid. Antes de mudarme definitivamente, iba todos los veranos.
Amo Madrid y me siento madrileña. Me gusta mucho lo que me ha aportado a mi música. Por ejemplo, Inmersión es un disco madrileño; lo hice allí, en su mayoría con un compositor canario que vive en Madrid. Como muchas personas que viven allí, no somos todos originarios de la ciudad.
Madrid me dio mucha tranquilidad a pesar de ser una ciudad enorme; creo que tiene un ritmo muy particular. También me permitió conectarme con muchos artistas y con gente de diferentes lugares; esa diversidad y pluralidad me aportó muchísimo, tanto a mi música como a mi manera de ver y hacer las cosas. Y bueno, para mí, lugares como el Parque del Retiro han sido muy inspiradores; lo amo.
Mirando tu recorrido desde Esquemas Juveniles hasta Inmersión, ¿qué etapa sientes que te define más hoy?
Bueno, siento que he mantenido una esencia, y eso lo agradezco muchísimo, haber podido conservarla porque he sido muy fiel a ella.
He cambiado de disco en disco porque me gusta evolucionar y ofrecerle a mi público algo que yo misma voy descubriendo. Al principio, mis letras eran más críticas o poéticas, con mucha interpretación libre; con el tiempo me he vuelto más directa. Cada disco se vuelve más fotográfico y expresivo.
Valoro mucho mis comienzos y también quién soy ahora. El sonido ha evolucionado bastante, no solo por mí, sino también por los cambios en la manera de componer y en la tecnología, lo cual ha transformado mi música. Es muy potente presentar un concierto en vivo y ver cómo las canciones de mis primeros discos conviven con las más recientes.
Así se aprecia no solo el cambio sonoro, sino también la evolución de los medios y de la humanidad.
Yo quiero tener mi propio estudio porque, al haberme movido tanto por distintos lugares, me siento, como artista, 'muy gitana' por donde me tocó nacer, en Chile (y considerando que, como latinoamericanos, somos muy supervivientes). Necesito un espacio propio.
Además, en Chile a los artistas nos toca migrar bastante para poder desarrollarnos. Por eso quiero tener un lugar estable, enraizarme un poco. Veo a artistas de Argentina, España o México, que ya están en países con industrias más grandes y ya tienen su estudio en casa. Yo también quiero eso: un espacio propio desde donde crear y desarrollarme.
Para cerrar: ¿qué te queda por hacer que todavía no has hecho?
Bueno, eso también ha cambiado. Al principio todo era mucho más machista, porque se asumía que solo estabas ahí para ser la cantante del proyecto. Ahora ya hay muchas mujeres productoras, muchas ingenieras de sonido, y siento que la presencia femenina se está consolidando incluso en espacios ultratecnológicos de dirección del sonido.
Antes, se valoraba mucho ser cantante, pero no tanto quién estaba detrás, quién dirigía o producía. Yo me siento un poco pionera en mostrar que una mujer sí puede sentarse frente a un ordenador, trabajar y dirigir sus propios sonidos. Creo que eso define mucho la era que estamos viviendo. También la transformación en la industria.
¿Cómo ha cambiado tu relación con la industria musical desde tus inicios hasta tu presente?


