GUIM, un lenguaje propio en la electrónica de Barcelona

GUIM entiende la música como un espacio donde conviven la vulnerabilidad y el baile. Desde los primeros experimentos con garage y bassline hasta la melancolía expansiva de Periferia (2023), su recorrido siempre ha estado atravesado por la pista, pero también por la amistad, la colaboración y una búsqueda constante de voz propia. Entre proyectos colectivos y aventuras compartidas, GUIM se ha consolidado como un productor y DJ capaz de transformar recuerdos, emociones y fragmentos de ciudad en canciones que suenan íntimas y a la vez universales. Su música no es solo un reflejo del club, sino también una forma de narrar el presente desde los márgenes.

9/27/2025

GUIM, un lenguaje propio en la electrónica de Barcelona

Has pasado por We Like Turtles, Mainline y Ciutat, ¿Cómo describirías el hilo invisible que conecta esos diferentes capítulos de tu trayectoria?

Yo empecé con la música electrónica, en concreto con la de baile y la música de club. Empecé a producir y a pinchar más o menos a la vez, con un par de amigos del pueblo: nos bajamos el Ableton y empezamos a juguetear.

Lo que nos motivaba entonces era la ola de electro tipo Justice, Boys Noize y todo eso. Ahora de hecho está volviendo, y en el disco que voy a sacar recuerdo un poco esa época, que fue la que me enganchó a la electrónica de baile.

Después me fui a vivir a Londres, y el proyecto con mi amigo se quedó colgado porque yo me había ido. Allí empecé mi proyecto como GUIM, haciendo house y explorando el garage, que siempre me ha acompañado. Pero también tuve un parón: empezar en una ciudad nueva, aunque estuviera llena de oportunidades y de música de club, me dejó bastante parado. Pasé cinco años allí, y los bolos que hacía eran más en Barcelona: venía, tocaba y me volvía.

Cuando regresé, a raíz de algunos amigos de la época de We Like Turtles —uno de ellos John, de Mainline Magic Orchestra— me conecté con su grupo de amigos, el colectivo Mainline. Algunos tenían la banda Mainline Magic Orchestra. Entre ellos estaba Jordi, que venía más del pop, pero en ese momento nos conocimos pinchando electrónica. Nos presentó un amigo en común, Juan.

Desde el principio conectamos y empezamos a hacer música de club, porque era lo que estábamos trabajando. Pero llegó el COVID, todo se ralentizó, y tanto él como yo teníamos gustos muy abiertos, no solo de electrónica. Nos gustaba el pop clásico, el jazz… y dijimos: “¿por qué no hacemos un proyecto de este estilo, dejando un poco atrás la música de club?”. Así nació Ciutat, en el que seguimos activos. Hace unos meses sacamos el segundo disco y ahora empezaremos a trabajar en el tercero. Si preguntas por el hilo, el hilo es la música de club.

Mainline es un colectivo que funciona como núcleo creativo y como comunidad. ¿Qué crees que hace que un colectivo sea vital para la cultura musical?

En el caso de Mainline yo no estuve al principio, me incorporé más tarde. Pero creo que, como en la mayoría de casos, nace desde la amistad, con intereses en común y ganas de hacer cosas. La mayoría de colectivos surgen de un grupo de amigos a los que les gusta un género en particular, o la fiesta, y montan algo.

GUIM fusiona la energía de la pista con una sensibilidad introspectiva que atraviesa toda su música. Desde los primeros experimentos con garage y bassline hasta la melancolía expansiva de Periferia (2023), su trayectoria combina producción, DJing y colaboración, construyendo un sonido que es a la vez inmediato y profundo.

Entre proyectos colectivos y su trabajo en solitario, ha logrado desarrollar una voz propia dentro de la electrónica barcelonesa, donde la experimentación y la emoción coexisten en cada tema.

En esta entrevista, hablamos con él sobre procesos creativos, identidad y los caminos que sigue su proyecto dentro de una escena en constante transformación.

En Ciutat trabajas junto a JP Sunshine desde un lugar que siento más pop y luminoso ¿Qué te aporta este proyecto paralelo a tu proceso creativo, y qué aprendizajes de Ciutat se filtran, aunque sea de forma sutil, en tu trabajo en solitario?

Mucho. Desde el principio me aportó que yo siempre he escuchado música de todo tipo, también pop. En casa escuchaba poca electrónica: me gusta y la escucho para preparar sesiones o en el contexto de una fiesta, pero en casa ponía otra cosa.

Como no tengo formación académica ni musical, no podía acceder a crear ese tipo de música. Con mi proyecto personal o con We Like Turtles, la música de baile es más sencilla: a veces puedes hacer un tema con una sola nota, sin armonía, y funciona. Pero me sentía limitado.

Al conocer a Jordi y empezar a hacer música con él, que venía del pop y estudiaba jazz, se me abrieron muchas puertas. Aprendí muchísimo. En el primer disco de Ciutat cantaba él, pero en el segundo yo también canto, aunque sea de forma más hablada en algún tema. Eso me quitó una inseguridad. En el disco que voy a sacar en solitario también hay un tema donde canto yo. Seguramente, si no hubiera pasado por Ciutat, no lo habría hecho. Jordi también me enseñó mucho de armonía. A mí me sigue gustando la electrónica minimalista, con pocos elementos, pero ahora tengo más conocimiento para hacer otras cosas.

Mucho. También lo he hecho por carácter: soy introvertido, pero muy sociable. Siempre me ha gustado hacer cosas con otra gente.

Al principio empecé con Xavi, mi amigo de toda la vida, con quien hice We Like Turtles. Siempre me he sentido más cómodo trabajando acompañado, porque es la mejor forma de aprender. Cada persona aporta algo distinto. Con Xavi, por ejemplo, él era más experimental y yo más conservador musicalmente. Con Jordi aprendí una faceta más académica y armónica.

Al final cada uno es bueno en algo y es imposible abarcarlo todo. La colaboración expande tu creatividad con cosas que tú no sabes hacer.

La colaboración es central en tu carrera (JP Sunshine, Chico Blanco, Highkili). ¿Cómo influye en tu proceso creativo dialogar con otros artistas?
En Esperándote, que salió este año y en donde también participaron JP Sunshine, Karmasound, entre otrxs, tu sonido parece expandir lo que ya habías planteado en Periferia (2023): un equilibrio entre lo íntimo y lo club, entre la melancolía y la fisicidad del baile. ¿Cómo sientes que ha evolucionado la voz propia de GUIM entre estos dos proyectos, y hacia dónde te interesa llevarla ahora?

Empecé con Ableton, buscando tutoriales en YouTube de cómo sonar como Justice o Boys Noize. Después descubrí el garage: primero el clásico de Estados Unidos, luego el UK garage y el bassline. Ahí me especialicé y estuve mucho tiempo haciendo garage. También hice cosas con Hi Kilepeste y otros.

Lo que ha cambiado ahora es que, sin dejar ese sonido, he vuelto la mirada atrás. Estoy mezclando garage con las cosas que me gustaban cuando descubrí la electrónica, sonidos que me remiten a la adolescencia.

Lo que quiero con mi proyecto como GUIM es hacer música inmediata, visceral, explosiva, para bailar y pasarlo bien, sin pretensiones intelectuales.

Cuando te acercas a un proyecto nuevo, ¿cómo equilibras la experimentación y la necesidad de narrar algo reconocible para el oyente?

Soy muy conservador a la hora de experimentar. Muchas veces me tengo que forzar. Lo que se me da bien es usar códigos de un género y trabajar desde ahí. Y también copiar, que está mal visto, pero todo el mundo lo hace. Se puede hacer bien o mal.

Normalmente tengo una dirección clara: por ejemplo, quiero hacer un tema de club con un bajo electrónico y estructura clásica. Después, una vez empezado, me pregunto: “¿qué puedo hacer ahora para que sea más raro, para que no sea un tema del montón?”. Es algo consciente. A otra gente le sale natural, pero yo lo tengo que forzar más.

¿Qué podemos esperar en el futuro?

Ahora saco tres singles. El disco tiene muchas colaboraciones, algunas ya hechas, otras en camino. Vamos a sacar dos o tres singles antes de que acabe el año, y seguramente el disco saldrá a finales de este año o principios del siguiente.