Entrevista a Charlie Smiths

Artista

6/16/2025

Entrevista a Charlie Smits

¿Cómo se pinta el deseo sin caer en lo porno ni en lo cursi? ¿Dónde encuentras ese punto exacto entre el éxtasis y el ridículo?

Pues depende de a qué deseo te refieras, porque el deseo no pertenece solo a lo sexual. Para mí, el deseo es algo que me impulsa a iniciar algo, principalmente; eso que te mueve, que es invisible. En cuanto al deseo desde lo sexual, en mi caso lo veo desde muchos ángulos y es algo muy cambiante. A veces se manifiesta desde lo vulnerable, otras desde lo sucio, desde el poder, la sumisión, o como una forma de identidad. No sabría darte una definición cerrada. Y la verdad, me da igual caer en lo porno o en lo cursi. Muchas veces lo hago, y está bien. No creo que tenga que existir un equilibrio, ni una separación forzada para que la obra se perciba como “poética” o “profunda”. Es lo que es. Lo que me interesa es crear una atmósfera, unos personajes que evocan cualquiera de esas capas del deseo y que se mezclen en ella, sin miedo a la contradicción.

¿Crees que el sexo gay está demasiado representado desde la mirada masculina cisnormativa? ¿Qué te interesa mostrar tú que otros no muestran?

Sí, pero… ¿qué más da? No necesitamos absolutamente todas las miradas posibles sobre un tema, y al final es solo un reflejo de los cánones que hay establecidos y todo lo que ensalza la industria del porno. En mi caso, no me limito a esa mirada tan, tan concreta, sino que trabajo desde la mía propia, desde cómo yo lo vivo y percibo. Y creo que justamente ahí está la magia y la gracia de todo esto. Mis personajes no responden a una representación sexual obvia o tradicional, no son necesariamente sexuales en el sentido directo. Yo encuentro el erotismo en otros detalles, en lo sutil, en lo que roza lo incómodo, lo kitsch y goofy —creo que goofy sería una buena palabra para definir mi erótica—. Intento construir un nuevo lenguaje, uno que si lo sacas de contexto, genera intriga. Es un imaginario que tiene algo de sexy, pero que al mismo tiempo no siempre es abiertamente sexual ni necesita serlo. Es una especie de caricatura de estos cánones tan concretos y absurdos de los que hablaba al principio. Me interesa jugar con esa ambigüedad, con elementos que sugieren deseo sin ser explícitos, esa tensión.

Charlie Smits, artista multidisciplinar nacido en España en 1999, ha desarrollado una obra profundamente personal que dialoga con la fantasía, la memoria y la identidad desde una sensibilidad radicalmente contemporánea. Su imaginario se materializa a través de técnicas que van desde la pintura clásica hasta la animación 2D, desdibujando las fronteras entre lo analógico y lo digital. Instalado en Madrid, Charli crea desde el deseo, la vulnerabilidad y la belleza, ofreciendo en cada pieza un refugio emocional que resiste, sueña y transforma.

Viviste en Ámsterdam, ahora estás en Madrid. ¿Qué aprendiste sobre el deseo y la libertad en esos lugares? ¿Qué te quitó cada ciudad y qué te devolvió?

Madrid se llevó mi inocencia lol. Me enseñó el deseo, pero desde la mirada de los hombres… la peor, vaya. Siento que es una ciudad libre, sí, pero a la vez muy limitante. Hay tantas opciones y estímulos que acabas perdiéndote en tu propia dirección. Como si te costara encontrar el sentido de tu deseo más puro, porque ya no lo exploras desde la inocencia, sino desde algo mucho más carnal y más condicionado. Por no hablar de lo relacionado que está el mundo gay con el sexo y las drogas, y lo mucho que puede llegar a distorsionar tu deseo, tanto positiva como negativamente. En cambio, en Ámsterdam no viví absolutamente nada. Todo lo contrario a Madrid: fue una etapa muy triste en mi vida. Me pasaba los días encerrado en mi piso, pintando. No tenía amigos, y el único deseo que sentía era el de volver a España. Era un deseo solitario.

Crecí con el afecto de mi madre. El de mi padre fue nulo; era la única que me daba ese afecto que necesita cualquier niño. Creo que crecí sin un lenguaje emocional y político muy claro, la verdad. Eso lo fui aprendiendo con el tiempo, a través de mis amigas, mayoritariamente. En cuanto a lo que vuelve, diría que es el miedo al abandono.

¿Qué referencias afectivas o culturales te construyeron? ¿Hay alguna que siempre vuelve, aunque no la invites?
¿Te excita la nostalgia digital? ¿Qué lugar tienen los emojis, los glitter gifs y los foros extintos tipo MySpace o Fotolog en tu imaginario?

Pensando en esta pregunta, creo que nada de todo eso influye directamente en mi obra. Pero sí entiendo que te refieres a esa especie de nostalgia digital que tenemos los que hemos nacido en los dos mil. En este caso, por ejemplo, me inspiro mucho en los minijuegos de ordenador, especialmente en aquellos de vestir muñecas, como Stardoll, que me encantaban. También fui un niño Nintendo, y eso me ha marcado bastante a nivel visual y emocional. Hay algo de ese universo colorido, interactivo y estridente que sigue apareciendo en lo que hago.

¿Cómo vives la contradicción entre querer mostrarlo todo y a la vez sentir pudor? ¿Dónde colocas el límite en tu obra?

Más que pudor, lo que me cuesta es hablar de ciertos temas de forma demasiado literal. Pero bueno, cuando estoy creando para mí, no suelo darle muchas vueltas a cómo lo va a interpretar alguien. Me la trae más bien floja: establezco mis propios códigos y lenguaje visual. Otra cosa es cuando trabajo para un cliente o para otro artista. Ahí ya entra en juego otra lógica. No creo que tenga un límite creativo. Si existe alguno, está en mis valores y en mi moral, pero incluso eso puede cambiar con el tiempo.

¿Tus obras están más cerca del amor romántico o del cruising emocional?

Romántico siempre.

¿Qué opinas del arte queer que “solo busca provocar”? ¿Te interesa provocar o prefieres tocar fibras sensibles?

Creo que provocar y tocar fibras sensibles es lo mismo, ¿no? Me parece perfecto provocar. De hecho, es el tipo de obra que más me interesa: aquella que me incomoda, que me muestra algo que no veía —o que no quería ver, más bien—. Eso me excita bastante. Cuando una obra no provoca nada, me resulta más bien decorativa. Y ojo, eso también está bien, pero para mí el arte tiene que tener algo de provocar, de riesgo y enfrentamiento. No hace falta que sea un mensaje súper explícito o brutal, pero creo que sabes a lo que me refiero: ese algo que te obliga a pensar o sentir distinto. También está el punto de que, hoy en día, provocar es muy difícil. Parece que, si no te vas a un extremo, nada sorprende o nada llega. Todo está visto, todo está dicho, todo se olvida rápido.