De los versos a la pista de baile: la metamorfosis de Gavina.mp3
Gavina.mp3 nació entre la poesía y la electrónica. Max Codinach ha convertido sus versos en canciones que oscilan entre lo íntimo y lo expansivo, donde guitarras, sintetizadores y voces procesadas conviven con una sensibilidad marcada por la memoria y la nostalgia.
De los versos a la pista de baile: la metamorfosis de Gavina.mp3


Entrevista: Luis De Gouveia Sousa
Hay algo muy poético en tu música; ¿cómo se cruzan tus raíces literarias con tu formación sonora?
Empecé a escribir desde muy joven, aunque no a componer canciones. Escuchaba música, pero no la tocaba. Luego me junté con gente que sabía de música y quería crear canciones; hoy muchos de ellos son productores o forman parte de la banda. Cuando solo hacía poemas, empezamos a montar recitales que incorporaban música electrónica, aunque se tratara de recitar y no cantar. Para mí fue un camino muy natural.
¿Qué rol crees que juegan la nostalgia y la memoria cultural en tu proceso creativo?
En general no solo pienso en lo que quiero decir o en las emociones que quiero transmitir; más bien, están ahí y trato de plasmarlas de manera intuitiva. La nostalgia, por ejemplo, es un sentimiento que siempre está presente, aunque inconscientemente. Intento expresar lo que siento de una manera distinta a como lo haría otra persona, y por eso hago música y escribo.
Gavina.mp3 nació entre la poesía y la electrónica. Max Codinach ha convertido sus versos en canciones que oscilan entre lo íntimo y lo expansivo, donde guitarras, sintetizadores y voces procesadas conviven con una sensibilidad marcada por la memoria y la nostalgia.
Desde que ganó el Sona9 en 2024 hasta la publicación de Molts ossos, molts estels, su disco debut, Max ha consolidado un lenguaje propio que se alimenta tanto de la tradición literaria como de la experimentación sonora. Su música habla de identidad, de contradicciones y de una Barcelona que aparece en sus canciones como escenario amado y hostil a partes iguales.


Tu proyecto mezcla poesía, electrónica y post-pop. ¿Cómo decides qué elementos del pasado y del presente conviven en tus composiciones?
La escritura, que me acompaña desde antes de hacer música, es la parte más solitaria de mi trabajo. Es donde todo empieza.
A partir de ahí, una canción sencilla pasa por muchas manos y herramientas, tanto digitales como analógicas, hasta transformarse en lo que finalmente publicamos o tocamos en directo. Me divierte tomar un texto y darle una forma cuyo resultado nunca sé con certeza. Ahora trabajamos más con guitarras e instrumentos acústicos, y menos con electrónica, aunque siempre hay una mezcla de todo lo que me pasa por la cabeza.
Hubo dos factores. El primero fue que empezamos a tocar en directo siendo cuatro, y vi que las canciones, muy electrónicas en su origen, podían enriquecerse con más instrumentos, como hacemos ahora en los conciertos. El segundo fue la composición del segundo disco: trabajé con muchos músicos, de la banda y de otros proyectos, lo que amplió el horizonte sonoro.
El resultado mantiene elementos electrónicos, pero no es un disco acústico ni de rock clásico. La mayoría de las canciones están dominadas por guitarras, mientras que la voz conserva su carácter distorsionado. Mi intención es mezclarlo todo para que, aunque a primera vista nada encaje, para mí tenga pleno sentido.
Y este cambio un poco más acústico, ¿Cómo nace?


En tu trayectoria, ¿qué momentos concretos de tu vida han funcionado como catalizadores para la música que haces hoy?
Conocer a Marc, que ahora es guitarrista en la banda, fue decisivo. En el primer disco participó poco, pero después nos hicimos muy amigos y trabajamos intensamente en el segundo.
Es probablemente la persona que más influyó en este cambio. Viene del rock, es guitarrista y un romántico en todos los sentidos. Su manera de entender los instrumentos y de dar importancia a las armonías, algo que yo apenas conocía, resultó clave.
Para mí ha sido una evolución natural y, al mismo tiempo, una ruptura. Desde fuera puede parecer un cambio superficial, pero para mí también ha sido un giro de concepto.
Barcelona es un paisaje sonoro y cultural complejo. ¿Cómo ha influido tu ciudad natal en tu manera de concebir la música?
Muchísimo. Barcelona, Cataluña y España en general son contextos complejos, y vivir en Cataluña lo es aún más por cuestiones culturales y de lengua. Me siento profundamente conectado a la ciudad porque he nacido aquí, pero al mismo tiempo a veces no la siento mía, como si perteneciera más a los turistas o a quienes poseen hoteles. Es una fractura: eres de aquí, pero la ciudad parece diseñada para otros.
Eso ocurre en muchas partes del mundo, pero en Barcelona se acentúa. Es una ciudad con mar y montaña, en principio abierta, aunque también cerrada en algunos aspectos de carácter cultural. Todo eso me ha influido mucho. Me gusta escribir sobre Barcelona porque es el lugar donde vivo, y porque despierta sentimientos contradictorios: a veces amor, a veces rechazo. Por eso la ciudad aparece constantemente en mis canciones, también en este nuevo disco, donde tiene un papel central.
En tus shows en vivo usas equipos analógicos. ¿Qué importancia tiene para ti la fisicalidad del sonido frente a la inmediatez digital?
Aunque el directo empezó siendo muy electrónico y ahora menos, seguimos conservando buena parte de la electrónica. Siempre hemos usado aparatos analógicos para disparar sonidos, amplificadores para las guitarras o equipos analógicos para la voz.
Tengo un vocoder analógico que reproduce todo lo que un ordenador haría (reverb, plugins, distorsión, armonizador) pero en formato analógico y tocado en directo. Esto forma parte de la idea de mezclar lo nuevo y lo viejo, lo digital y lo analógico. Por ejemplo, en el primer disco, la producción de “Clave Ahora” se hizo en ordenador, pero la distorsión final es completamente analógica. En el último disco, algunos temas se producen digitalmente, pero se graban en una cinta de casi 100 años, conservando así la calidez del sonido analógico. Me gusta experimentar y ensuciar lo digital.


Tu trabajo refleja un compromiso con la visibilidad de mujeres y disidencias en la música. ¿Cómo vives la responsabilidad de representar esas voces?
Intento no sentirme responsable, porque eso a veces limita la libertad y la intuición, aunque cualquier persona que se presente ante mil personas tiene cierta responsabilidad. Más allá del proyecto, tengo ideales firmes y procuro que eso se refleje en la banda, sin ocultar lo que pienso. A veces puede costar, pero también me siento privilegiado y protegido. Solo busco que mi opinión quede clara y no haya confusiones.
Creo que Barcelona es una ciudad muy abierta, un poco hostil, pero abierta
Barcelona tiene una historia de disidencias de todo tipo (nacionales, identitarias, sexuales y de origen) y esa tradición se mantiene, lo que la hace especial. Como todas las ciudades, puede ser hostil si no eres normativo, pero también abierta, y esa apertura es algo que conviene preservar. Comparada con otros lugares, sigue siendo bastante abierta, aunque contradictoria.
*Esta entrevista se hizo durante el verano de 2025.
