De Buenos Aires a Barcelona: el viaje sonoro de Rattlesnakke
Barcelona late al ritmo de una nueva generación de artistas que reinventan la electrónica desde el sur global. Entre ellas, Rattlesnakke, DJ y productora argentina, ha encontrado en la ciudad no solo un hogar, sino también un territorio fértil donde hacer música. Hoy, su proyecto encuentra un lugar propio entre la electrónica y el flamenco: no desde la fusión forzada, sino desde el respeto y la intuición. Esa naturalidad atraviesa temas como “Cieguita” o “Tempestad”, donde lo emocional convive con la pista.
La transición de Buenos Aires a Barcelona parece haber marcado un antes y un después en tu sonido. ¿Qué se perdió y qué se ganó en ese cruce geográfico y cultural?
Bueno, yo siento que Barcelona es una ciudad donde el tipo de música que yo hago está bastante en auge. Ese también fue uno de los motivos por los que me vine. Aquí me encontré con una comunidad latina enorme y muy diversa. Tengo amigos de todas partes de Latinoamérica, y eso me nutre muchísimo.
Es loco, porque aunque estemos en Europa, al final sigo conectadísima con lo latino gracias a toda esa diversidad cultural. Me junto con amigos, me muestran cosas nuevas, y sigo descubriendo géneros y sonidos que me inspiran.
Al mismo tiempo, viajando bastante por Europa también me empapé de la cultura rave y de géneros como el techno o el trance. Eso me inspira mucho, pero siempre lo fusiono con percusiones latinas. Siento que ese contraste me encanta: tomar elementos de la música electrónica europea y mezclarlos con ritmos de mi región y de toda Latinoamérica.
Siempre hice mucho research de géneros de distintos países. Por ejemplo, estuve explorando el RKT, que es un género muy argentino. Mucha gente lo asocia con artistas como L-Gante, porque él lo llevó al mainstream, pero en realidad el RKT nació en los clubes del conurbano bonaerense, sobre todo en San Martín, en un club llamado El Rescate Bailable.
Ahí los DJs residentes empezaron a experimentar: hacían remixes que eran como cumbia, pero más de club, más potentes, con bajos bien fuertes, y usando computadora en vez de banda en vivo. Era una fusión entre cumbia y reguetón, pensada directamente para bailar en los clubes.
Después empezaron a invitar a MCs que improvisaban o cantaban sobre esos beats, y poco a poco se fue expandiendo hasta que artistas como L-Gante lo popularizaron y se volvió mainstream. Pero en el origen era un movimiento de DJs y productores, una cumbia más electrónica mezclada con reguetón, hecha para la pista.
A mí me interesa mucho porque conecta la tradición con lo electrónico, y siento que es un género súper rico para investigar y para seguir inspirándome.
“Bruxando” tiene una energía que parece jugar entre lo hipnótico y lo catártico. ¿Qué sensaciones buscabas capturar al producir este track?
Ah, sí, ese tema es súper intenso, se siente muy catártico. Se llama Bruxando y el nombre viene de algo muy personal: yo tengo bruxismo, que es esto de apretar los dientes todo el tiempo, generalmente por ansiedad. Quise canalizar esa energía en un track, esa sensación de estar ahí, apretando con fuerza. La idea era que la música transmitiera eso mismo: que la energía fuera durísima, que al escucharla te haga apretar los dientes.
De hecho, nunca había hablado de esto. Le puse el nombre por esa razón, pero no lo había contado en ningún lado. Esta es la primera vez que lo comparto, así que gracias por la pregunta, porque nadie me la había hecho antes.
Además, Bruxando lo compuse justo cuando recién me mudaba a Barcelona. Estaba en mi primer piso aquí, y no te voy a negar que los primeros meses fueron bastante duros, sobre todo a nivel emocional. Me sentía muy extraña, todavía no tenía un lugar fijo a largo plazo y al mismo tiempo estaba medio de gira, viajando mucho. Eso me hacía sentir súper inestable, como sin casa, sin un sitio al que llegar y decir: “esta es mi base”.
En ese momento estaba muy removida: de repente me encontraba triste, lloraba un montón… fue como un tsunami de emociones. Y claro, también quería reflejar todo eso en el sonido del track. El bruxismo, la tensión, pero también esa intensidad emocional de la migración, que es un proceso muy fuerte y complejo. Básicamente, toda esa mezcla es la esencia de Bruxando.
Barcelona late al ritmo de una nueva generación de artistas que reinventan la electrónica desde el sur global. Entre ellas, Rattlesnakke, DJ y productora argentina, ha encontrado en la ciudad no solo un hogar, sino también un territorio fértil donde hacer música.
Rattlesnakke (aka Lucero Gamerro) no solo está escribiendo su propio camino: también está tejiendo comunidad. Junto a su compañera Kmila__x, fundó Pirexia, un colectivo nacido del deseo de crear un espacio seguro, queer y latino dentro de la noche barcelonesa. Desde allí, ambas impulsan fiestas, colaboraciones musicales y una visión compartida de lo que significa habitar la pista de baile como un acto político y de pertenencia.
En esta conversación, Lucero reflexiona sobre el viaje, la transformación, la amistad y el poder de bailar desde la identidad y la resistencia
Hablando de tu colectivo, primero que nada quería saber ¿Cómo nace Pirexia? Y aprovecho para preguntarte, “Hotline” surge de tu colaboración con Kmila__x, tu compañera de colectivo. ¿Cómo se refleja la química del colectivo en la producción de este tema?
La verdad, qué lindo lo que decís, porque sí: con Kmila__x tenemos una conexión increíble. Es mi socia, vivimos juntas, hacemos música juntas, y desde el minuto uno la química fue brutal. Cuando trabajamos en música pasa algo muy loco, es como que realmente nos elevamos. Siempre nos sentimos cómodas y eso es muy especial.
Por eso decidimos armar Pirexia. Queríamos tener algo propio, un espacio nuestro, seguro, donde poner la música que nos gusta, donde poder expresarnos libremente junto a nuestros amigos de Barcelona. Más allá de organizar eventos, también producimos música y en algún momento queremos convertirlo en un sello para editar y sacar cosas nuestras y de la gente cercana.
Recuerdo que todo empezó casi de casualidad: una cena, una sesión de música y de repente ¡fluimos increíble! De hecho, de ahí nació Hotline, uno de los primeros temas que hicimos juntas. Otro día estábamos en la playa y le conté a Kmila__x que tenía ganas de hacer algo artístico en la ciudad. Un lugar donde invitar a nuestras amigas —la mayoría también somos personas que no somos de aquí— para mostrar nuestro arte, bailar, divertirnos y ser nosotras mismas. Así surgió Pirexia: de esas ganas y esa necesidad de tener algo propio y de compartirlo con la ciudad.
El nombre incluso lo tenía desde antes, yo ya había hecho un par de fiestas en Buenos Aires con el mismo nombre, se lo propuse y le dije: “¿querés hacerlo conmigo?”. Y fue natural lanzarnos juntas. Ahora estamos súper ilusionadas, justo venimos de una reunión de Pirexia para planear lo que queda del año y lo que se viene el próximo.


La creación de Pirexia junto a Kmila__x implica una visión colectiva. ¿Cómo se negocian las ideas, la estética y el riesgo creativo dentro del colectivo?
Somos muy parecidas en cuanto a concepto musical y estética de sonido. Tenemos un sonido muy parecido, así que en general todo fluye súper bien. Cuando surge alguna diferencia de ideas, la verdad es que lo resolvemos hablando, de manera natural.
Cuando te llevas bien con alguien, siempre se llega a un punto medio; se encuentra un equilibrio. Todo fluye muy bien entre nosotras, nunca ha habido una situación en la que no pudiéramos ponernos de acuerdo.
Siempre colaboramos con un amigo que hace toda la parte visual de Pirexia. Se llama Gabbe @kaliyugave en instagram, es de Argentina, y nos ayudó a crear nuestro primer flyer. Nos encantó su trabajo y desde entonces hacemos todo el diseño gráfico y la parte visual con él, para mantener una línea coherente.
Además, como somos solo dos personas, es bastante sencillo ponernos de acuerdo; en colectivos más grandes se complica más a veces. En nuestros tracks se nota la química y en los visuales también es increíble, es realmente mágico.
Donde cada persona pueda sentirse como ella misma, pero también que se sienta protegida.
Es un lugar donde históricamente el mundo de la música ha estado bastante dominado por hombres. Poco a poco está cambiando, pero aún pasa. Yo, por ejemplo, soy productora musical y cuando voy a estudios hay más productores hombres que mujeres. A veces los lineups siguen siendo solo de hombres.
Para mí es muy importante generar espacios donde eso cambie, para romper con esa heteronorma de que los hombres cis blancos siempre estén al frente. No digo que un hombre hetero no pueda entrar, la idea es que se ubique en un lugar donde no sea protagonista. Está todo bien, podés venir, divertirte, hacer lo tuyo, pero aquí los protagonistas son otros.
Veo casos, por ejemplo, en los baños, donde no quieren dejar pasar a alguien que no cumpla con las normas tradicionales de género. Son cosas que siguen pasando y que para mi círculo de amigos pueden parecer locuras, pero la realidad es que sigue habiendo gente muy cuadrada que no respeta identidades de género.
El hombre blanco heterosexual muchas veces busca reafirmar su autoridad, haciendo comentarios que incomodan o molestan a otros en la pista de baile. Muchas veces ni siquiera lo hacen de manera consciente, es simplemente para reafirmar su lugar.
Por eso yo digo: cero tolerancia a cualquier tipo de discriminación o acoso. Si haces algo así, chao.
Los colectivos FLINTA están transformando la cultura de club. ¿Qué crees que significa hoy crear un espacio seguro y experimental dentro de una escena que históricamente ha sido dominada por otros códigos?
Yo siento que el feminismo en la pista de baile me gusta pensarlo como un espacio donde se celebran las feminidades y también a personas no binarias. Me gusta más hablar de FLINTA, porque no es solo feminismo. Me gusta más ese enfoque porque siento que abarca más…
¿Qué significa para ti “feminismo en la pista de baile”?


La escena electrónica underground es vasta y diversa. Desde tu posición, ¿qué sientes que falta o se está gestando en Barcelona?
Yo, la verdad, adoro la escena de Barcelona. Me encanta.
Es una de las razones por las que vine acá. Pero hay algo que me entristece: los clubes más pequeños, que muchas veces son los mejores para fiestas underground o de nicho, siempre están luchando por sobrevivir.
Un ejemplo claro es El Pumarejo, para mí uno de los mejores lugares de Barcelona. Es un club pequeño, un espacio increíble, pero siempre al borde de cerrar. De hecho, tuvieron que cerrar todo septiembre por problemas con la licencia, mientras recaudan dinero para sobrevivir.
Eso pasa mucho en Barcelona: los lugares que más cuidan a les artistas y apoyan propuestas underground, que tratan a los colectivos de manera maravillosa, siempre están en constante lucha. Por eso creo que es importante que la gente tome conciencia de cuidar estos espacios, por ejemplo pagando la entrada. Clubes como Meteoro o El Pumarejo dependen de ese apoyo.
Me encantaría que estos clubes underground pudieran estar en una posición más estable, porque realmente se lo merecen. Son lugares que, si los perdemos, la escena se empobrece.
Para mí, lo que le falta a la escena es cuidar más a los clubes pequeños que ya existen y, si fuera posible, crear más espacios como estos: íntimos, underground, donde la experiencia sea auténtica y el público realmente conecte con la propuesta.


